
Retrocedamos un poco, solo brevemente, hacia 1911. Don Genaro
Barragán decidió construir un edificio en las esquinas del Jirón de la Unión y
la Avenida Emancipación, para lo que contrató a los arquitectos italianos, los
hermanos Másperi. Ellos diseñaron un edificio de estilo floreale o liberti
(variante italiana del Art Nouveau) que, por sus características constructivas y
su historia se convertiría en uno de los más destacados edificios del
tradicional Jirón de la Unión y que se le conociera en esos años como la Casa
Barragán.
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En el Palais Concert se desarrolló una actividad cultural de relevancia nacional, pues fueron los años de la rebelión Colónida, como afirma Mónica Bernabé: “Por primera vez, también, desde lo literario, entre la frivolidad de la pose y la seriedad de los planteamientos estéticos, un grupo de intelectuales cuestiona el orden de la República Aristocrática. Por primera vez, también, existe una producción intelectual sin vinculaciones con la política, es decir, existe un grupo de artistas y escritores que hacen la política correspondiente a su propia esfera, legitiman la especificidad de sus espacios y, desde allí, interpelan a los hombres de la política y a las políticas del Estado.[1]
El Palais Concert, en ese sentido, es mucho más que el falso
mito que se ha construido sobre él; fue un espacio abierto a la
intelectualidad, al pensamiento crítico de muchos escritores de origen
provinciano con un fuerte cuestionamiento al sistema –la República
Aristocrática– que por ese entonces se creía que había sido artífice de la
reconstrucción del país. Sistema que, cien años después, se mantiene más o
menos igual, sin llegar a toda la población mediante las funciones que debiera
cumplir y respetar.
Es este espíritu crítico, abierto y democrático que la Red
del Patrimonio Cultural rescató a través de Salvemos el Palais Concert, para
que la ciudadanía se acerque e identifique con un pasado que es suyo y que, lamentablemente,
no conoce. Porque la cultura, en cualquiera de sus manifestaciones, es
testimonio del modo de vida de nuestros antepasados y, además, una forma gratuita
y democrática de educación, un medio simbólico para el resguardo de la memoria,
aquella que hoy, en nuestro país en aparente desarrollo, realmente se llama
“amnesia colectiva”. En el contexto actual, en el que la ausencia de una
memoria colectiva nos pone en el peligro de volver a cometer los errores del
pasado, la conservación del Palais Concert, desde y para los ciudadanos, se
hacía fundamental, a fin de evitar conflictos identitarios y, peor aún,
sociales.
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Hasta que en marzo de 2010, la tienda Ripley presentó un anteproyecto
al INC para destruir el edificio, mantener las fachadas y elevar una nueva
construcción de cuatro pisos, demostrando nulo interés por la conservación del
monumento. Este, felizmente, fue rechazado por las autoridades competentes.
No obstante, Ripley no daría marcha atrás y en julio del
mismo año, sin contar con autorización alguna, realizaría agresivas prospecciones
estructurales en vigas, columnas, paredes y pisos del Palais Concert,
produciendo un daño irreversible a la estructura original, bajo la lamentable
excusa de que los proyectistas querían conocer el estado del inmueble. Este
grave atentado contra el patrimonio cultural, a pesar de ser de
conocimiento de las autoridades, no fue
sancionado. Con el agravante de que el Palais Concert, a pesar de su estado en
abandono y los usos tan incoherentes que se le dio, mantenía, hasta ese
entonces, casi la totalidad de la manufactura original de 1911, tal y como lo
señalan los expedientes del Ministerio de Cultura. Es decir, antes de Ripley,
el edificio, aunque tenía añadidos posteriores, se mantenía casi intacto en
cuanto a su estructura original.

A partir de ahí, Ripley presentó el proyecto en octubre de
2010. Para el mes de abril de 2011 aún no se había emitido opinión al respecto
y, presumo, extrañando la inusual celeridad que había mostrado el Ministerio en
otros tiempos, la empresa se animó, una vez más, a realizar obras no
autorizadas, esta vez en el sótano y en el primer piso, retirando desmonte en
horas de la madrugada, sin fiscalización o control de las autoridades. Y la
destrucción se habría concretado, de no ser por la respuesta ciudadana.
Por redes sociales se difundió un video en el que se veía esta
escena y la indignación fue tal, que logró convocar a un grupo de ciudadanos
que tomó iniciativas para que las obras se detuvieran; así mismo, convocaron a
un primer plantón, que se llevaría a cabo en mayo de 2011, dando así inicio a
la causa “Salvemos el Palais Concert”.
A partir de ahí, se desarrollaron un total de 10 actividades
en el frontis del edificio: Cafés Literarios, manifestaciones, jornadas
artísticas, intervenciones ciudadanas, para así devolver un ambiente de cultura
al Jirón de la Unión, contando con la participación de jóvenes universitarios,
colectivos artísticos, músicos, literatos, y sobre todo, teniendo una muy
positiva respuesta por parte de los transeúntes de ese jirón de la peruanidad.
Adicionalmente a ello, y conscientes de que el debate sobre
el destino del Palais Concert debía trascender la calle, la Red del Patrimonio
Cultural organizó el conversatorio: “El Palais Concert y la conservación de la
memoria”, para abordar desde un ámbito académico e interdisciplinario la
problemática que afecta a gran parte de nuestro patrimonio cultural.
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Sobre esto, es menester resaltar que, de no haber habido
presión ciudadana por la conservación del patrimonio, el Ministerio
probablemente no habría defendido el Palais Concert, a pesar de que esta
defensa tuvo sus deficiencias. En ningún momento, como obra en los expedientes
del Ministerio de Cultura, los proyectistas de Ripley mostraron la voluntad de
restaurar el edificio y, antes bien, quedó descubierto su afán de adecuar el
espacio para los fines comerciales que tenían. La restauración que hoy se ve,
fue gracias al clamor de cientos de ciudadanos preocupados por el Palais
Concert.
Uno de los puntos cruciales del desarrollo del proyecto, fue
su aprobación en la comisión técnica especializada de la Municipalidad de Lima.
En ella, actuó como delegado del Colegio de Arquitectos del Perú el Arquitecto
Edgar Santa Cruz, quien era además uno de los proyectistas de Ripley, encargado
de la “restauración”. Su actuación como juez y parte, constituye una grave
irregularidad de la que solo ha hecho caso el Colegio de Arquitectos, al
imponerle una amonestación por no cumplir con las normas de la Comisión de
Ética de su gremio.
A pesar de haber realizado una fuerte difusión sobre estas
cuestiones, el destino del Palais Concert no cambió y se transformaba en una
tienda de ropa, en medio de una celeridad sospechosa y el cómplice silencio de
nuestras autoridades. Es por ello que, con el fin de fomentar la producción
literaria en torno al Palais Concert, la Red del Patrimonio Cultural organizó
en febrero del año pasado el I Concurso de Cuentos “El Palais Concert y la
Conservación de la Memoria”, a fin de dejar constancia de la lucha que se había
venido desarrollando. La convocatoria fue sumamente exitosa y participaron de
ella 57 escritores de 7 países distintos y supuso para el jurado, conformado
por José Güich, May Rivas y Selenco Vega, un muy esforzado trabajo para
seleccionar a los tres ganadores y ocho finalistas, que conforman el libro que
presentamos hoy.
Este es un pequeño resumen de las acciones que la Red del
Patrimonio Cultural hizo en el marco de la causa Salvemos el Palais Concert y
en nombre de ella, quiero hacer un agradecimiento especial a Augusto Carhuayo,
sin cuyo apoyo fundamental este libro no se habría concretado y a la Editorial
Vivirsinenterarse; gracias Eduardo, por apostar
por esta aventura. También a Mónica
Erazo, una de las pocas autoridades que supo escuchar nuestra protesta, a David
Pino e Ivonne Lima por la información histórica. A Fernando Ramos de
Mamachullo, a Edwin Cavello de Lima Gris, Francisco Quispetera de la Escuela Taller
de Lima, A Herbert Rodríguez y el Averno; a Sientemag, Radio San Borja, Radio
Santa Rosa, al programa Enemigos Públicos y al semanario Hildebrandt en sus
trece, por darnos cabida en sus medios para poder hacer llegar nuestra voz a
eso que llaman “opinión pública”. A Alessandra Tenorio y el equipo de la Casa
de la Literatura Peruana.
A los 57 participantes del concurso de cuentos, por haber
respondido a una convocatoria que traspasó fronteras; a los tres ganadores y
ocho finalistas, quienes han construido con su talento, página por página este
libro. Y de manera muy particular, al Jurado del concurso.
A los más de cuatro
mil activistas que nos siguen por las redes sociales, y muy en especial, a
todos aquellos ciudadanos que participaron de nuestras jornadas artísticas,
intervenciones ciudadanas y manifestaciones, porque elevaron la mirada y decidieron
ver a su ciudad con ojos distintos.
A todos ustedes les legamos este libro, como testimonio de
una causa que, si bien no tuvo el resultado que esperábamos, nos deja
satisfechos por los logros y el impacto generados al día de hoy (pues el mañana
sigue en nuestros planes). Porque al Palais Concert, y lo que este significa,
lo llevamos en la memoria. Porque cuando un niño se entretiene con el Caballero
Carmelo, cuando un ama de casa declama los versos de Vallejo, cuando un estudiante
analiza los 7 ensayos de Mariátegui, la inmortalidad y universalidad de
nuestras letras e ideas se mantiene vigentes. Hoy, cuando Ripley cree perpetuar
su infamia, nosotros reafirmamos nuestro imperativo: Señores, Salvemos el
Palais Concert.
Muchas gracias.
Daniel Oporto Patroni
Red del Patrimonio Cultural
Feria Internacional del Libro de Lima, 31 de julio de
2013
[1]
BERNABÉ, Mónica, “Vidas de artista. Bohemia y dandismo en Valdelomar,
Mariátegui y Eguren (Lima, 1911-1922)”. Beatriz Viterbo Editora, Instituto de
Estudios Peruanos, 2006. P. 88