domingo, 4 de agosto de 2013

Salvemos el Palais Concert: Desafiando el sistema

Siempre me han preguntado, a lo largo de estos dos años y medio, por qué, si no paga, si no ganas créditos, si nada va a cambiar, por qué defender el Palais Concert. Tras un largo proceso, la Red del Patrimonio Cultural, colectivo del que formo parte, presentó el Libro del I Concurso de Cuentos "Salvemos el Palais Concert", ¿Por qué lo defendíamos? Acá las palabras que di ante la FIL, en una mesa conformada también por Marco Martos (Poeta y Presidente de la Academia Peruana de la Lengua), Gonzalo Torres (Actor y conductor de "A la vuelta de la Esquina"), Silvia de los Ríos (Arquitectas especialista en vivienda y urbanismo) y Eduardo Reyme (Escritor y Director de la Editorial Vivirsinenterarse).

La Red del Patrimonio Cultural es un colectivo ciudadano que se fundó el 11 de mayo de 2011, y agrupó a ciudadanos interesados a la defensa del Palais Concert, un inmueble declarado en 1972 como Monumento de la Nación por su valor histórico, arquitectónico, estético y tecnológico.

Retrocedamos un poco, solo brevemente, hacia 1911. Don Genaro Barragán decidió construir un edificio en las esquinas del Jirón de la Unión y la Avenida Emancipación, para lo que contrató a los arquitectos italianos, los hermanos Másperi. Ellos diseñaron un edificio de estilo floreale o liberti (variante italiana del Art Nouveau) que, por sus características constructivas y su historia se convertiría en uno de los más destacados edificios del tradicional Jirón de la Unión y que se le conociera en esos años como la Casa Barragán.


El inmueble cuenta con cuatro niveles: el sótano y el primer piso se destinaron para uso comercial, el segundo y el tercer nivel se destinaron para oficinas o viviendas. El 1 de enero de 1913, se inauguró el Café Bar Palais Concert, a semejanza del Café de la Paix de París,  en el sótano de la Casa. Rápidamente se convirtió en punto de reunión de los literatos, ensayistas, artistas y periodistas de la época, hombres provenientes de diversos rincones del Perú: Abraham Valdelomar, José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Percy Gibson, Federico More y muchos más. Por el origen de sus visitantes, no se puede estigmatizar al Palais de recinto elitista, como señalan algunos desafortunados comentaristas actuales que han ostentado, u ostentan aún, cargos públicos en el sector cultural. Dicha estigmatización, es frívola, racista y superficial.


En el Palais Concert se desarrolló una actividad cultural de relevancia nacional, pues fueron los años de la rebelión Colónida, como afirma Mónica Bernabé: “Por primera vez, también, desde lo literario, entre la frivolidad de la pose y la seriedad de los planteamientos estéticos, un grupo de intelectuales cuestiona el orden de la República Aristocrática. Por primera vez, también, existe una producción intelectual sin vinculaciones con la política, es decir, existe un grupo de artistas y escritores que hacen la política correspondiente a su propia esfera, legitiman la especificidad de sus espacios y, desde allí, interpelan a los hombres de la política y a las políticas del Estado.[1]

El Palais Concert, en ese sentido, es mucho más que el falso mito que se ha construido sobre él; fue un espacio abierto a la intelectualidad, al pensamiento crítico de muchos escritores de origen provinciano con un fuerte cuestionamiento al sistema –la República Aristocrática– que por ese entonces se creía que había sido artífice de la reconstrucción del país. Sistema que, cien años después, se mantiene más o menos igual, sin llegar a toda la población mediante las funciones que debiera cumplir y respetar.

Es este espíritu crítico, abierto y democrático que la Red del Patrimonio Cultural rescató a través de Salvemos el Palais Concert, para que la ciudadanía se acerque e identifique con un pasado que es suyo y que, lamentablemente, no conoce. Porque la cultura, en cualquiera de sus manifestaciones, es testimonio del modo de vida de nuestros antepasados y, además, una forma gratuita y democrática de educación, un medio simbólico para el resguardo de la memoria, aquella que hoy, en nuestro país en aparente desarrollo, realmente se llama “amnesia colectiva”. En el contexto actual, en el que la ausencia de una memoria colectiva nos pone en el peligro de volver a cometer los errores del pasado, la conservación del Palais Concert, desde y para los ciudadanos, se hacía fundamental, a fin de evitar conflictos identitarios y, peor aún, sociales.

Sin embargo, pese a su importancia para la literatura, el periodismo, la política y la historia, el Palais Concert dejó de funcionar en los años treinta y el edificio que lo albergaba se destinó a otros usos ajenos a su función original: se alojaron las Galería Lafayette, el Hotel Richmond, los Almacenes Anchor y, hasta hace pocos años, la Discoteca Cerebro, una pollería y una zapatería. En el trayecto, hubo algunos intentos fallidos por devolver al edificio su esplendor original, como el Centro Cultural “Palais Concert” que funcionó brevemente en los años 2000.

Hasta que en marzo de 2010, la tienda Ripley presentó un anteproyecto al INC para destruir el edificio, mantener las fachadas y elevar una nueva construcción de cuatro pisos, demostrando nulo interés por la conservación del monumento. Este, felizmente, fue rechazado por las autoridades competentes.


No obstante, Ripley no daría marcha atrás y en julio del mismo año, sin contar con autorización alguna, realizaría agresivas prospecciones estructurales en vigas, columnas, paredes y pisos del Palais Concert, produciendo un daño irreversible a la estructura original, bajo la lamentable excusa de que los proyectistas querían conocer el estado del inmueble. Este grave atentado contra el patrimonio cultural, a pesar de ser de conocimiento  de las autoridades, no fue sancionado. Con el agravante de que el Palais Concert, a pesar de su estado en abandono y los usos tan incoherentes que se le dio, mantenía, hasta ese entonces, casi la totalidad de la manufactura original de 1911, tal y como lo señalan los expedientes del Ministerio de Cultura. Es decir, antes de Ripley, el edificio, aunque tenía añadidos posteriores, se mantenía casi intacto en cuanto a su estructura original.

Con este antecedente, resulta sorprendente que, dos meses después, Ripley presentara un nuevo anteproyecto, menos agresivo, pero igual de destructor a la integridad del monumento. Este contemplaba la construcción de falsos techos, escaleras eléctricas, entre otros, presentaba una escueta memoria de seis páginas; no contaba con planos originales ni investigación histórica. A pesar de todo, la Dirección de Patrimonio Histórico Colonial y Republicano del Ministerio de Cultura, aprobó el anteproyecto en un tiempo récord de seis días.

A partir de ahí, Ripley presentó el proyecto en octubre de 2010. Para el mes de abril de 2011 aún no se había emitido opinión al respecto y, presumo, extrañando la inusual celeridad que había mostrado el Ministerio en otros tiempos, la empresa se animó, una vez más, a realizar obras no autorizadas, esta vez en el sótano y en el primer piso, retirando desmonte en horas de la madrugada, sin fiscalización o control de las autoridades. Y la destrucción se habría concretado, de no ser por la respuesta ciudadana.

Por redes sociales se difundió un video en el que se veía esta escena y la indignación fue tal, que logró convocar a un grupo de ciudadanos que tomó iniciativas para que las obras se detuvieran; así mismo, convocaron a un primer plantón, que se llevaría a cabo en mayo de 2011, dando así inicio a la causa “Salvemos el Palais Concert”.

A partir de ahí, se desarrollaron un total de 10 actividades en el frontis del edificio: Cafés Literarios, manifestaciones, jornadas artísticas, intervenciones ciudadanas, para así devolver un ambiente de cultura al Jirón de la Unión, contando con la participación de jóvenes universitarios, colectivos artísticos, músicos, literatos, y sobre todo, teniendo una muy positiva respuesta por parte de los transeúntes de ese jirón de la peruanidad.

Adicionalmente a ello, y conscientes de que el debate sobre el destino del Palais Concert debía trascender la calle, la Red del Patrimonio Cultural organizó el conversatorio: “El Palais Concert y la conservación de la memoria”, para abordar desde un ámbito académico e interdisciplinario la problemática que afecta a gran parte de nuestro patrimonio cultural.

Además, al tener participación en algunos medios de comunicación, se nos permitió generar un grupo de presión que hizo que el Ministerio de Cultura sea mucho más cuidadoso a la hora de evaluar el proyecto. En todo momento, y debido a la presión pública, el Ministerio exigió a los proyectistas mantener intacta la originalidad del edificio, y logró así, reducir la agresividad del proyecto, que finalmente fue aprobado en setiembre de 2011. Aunque en gran medida conservaba el inmueble, el proyecto, que se concretó un año después, alteró aspectos fundamentales de la construcción, como la escalera original del Palais Concert –que fue reemplazada por una escalera “moderna”- y la desaparición de la losa traslúcida del sótano, que se conectaba con el lucernario y dotaba al sótano de iluminación natural. Así mismo, añadió elementos como un ascensor y un subsótano, alterando la concepción original del edificio.


Sobre esto, es menester resaltar que, de no haber habido presión ciudadana por la conservación del patrimonio, el Ministerio probablemente no habría defendido el Palais Concert, a pesar de que esta defensa tuvo sus deficiencias. En ningún momento, como obra en los expedientes del Ministerio de Cultura, los proyectistas de Ripley mostraron la voluntad de restaurar el edificio y, antes bien, quedó descubierto su afán de adecuar el espacio para los fines comerciales que tenían. La restauración que hoy se ve, fue gracias al clamor de cientos de ciudadanos preocupados por el Palais Concert.

Uno de los puntos cruciales del desarrollo del proyecto, fue su aprobación en la comisión técnica especializada de la Municipalidad de Lima. En ella, actuó como delegado del Colegio de Arquitectos del Perú el Arquitecto Edgar Santa Cruz, quien era además uno de los proyectistas de Ripley, encargado de la “restauración”. Su actuación como juez y parte, constituye una grave irregularidad de la que solo ha hecho caso el Colegio de Arquitectos, al imponerle una amonestación por no cumplir con las normas de la Comisión de Ética de su gremio.

A pesar de haber realizado una fuerte difusión sobre estas cuestiones, el destino del Palais Concert no cambió y se transformaba en una tienda de ropa, en medio de una celeridad sospechosa y el cómplice silencio de nuestras autoridades. Es por ello que, con el fin de fomentar la producción literaria en torno al Palais Concert, la Red del Patrimonio Cultural organizó en febrero del año pasado el I Concurso de Cuentos “El Palais Concert y la Conservación de la Memoria”, a fin de dejar constancia de la lucha que se había venido desarrollando. La convocatoria fue sumamente exitosa y participaron de ella 57 escritores de 7 países distintos y supuso para el jurado, conformado por José Güich, May Rivas y Selenco Vega, un muy esforzado trabajo para seleccionar a los tres ganadores y ocho finalistas, que conforman el libro que presentamos hoy.

Este es un pequeño resumen de las acciones que la Red del Patrimonio Cultural hizo en el marco de la causa Salvemos el Palais Concert y en nombre de ella, quiero hacer un agradecimiento especial a Augusto Carhuayo, sin cuyo apoyo fundamental este libro no se habría concretado y a la Editorial Vivirsinenterarse; gracias Eduardo, por apostar  por esta aventura.  También a Mónica Erazo, una de las pocas autoridades que supo escuchar nuestra protesta, a David Pino e Ivonne Lima por la información histórica. A Fernando Ramos de Mamachullo, a Edwin Cavello de Lima Gris, Francisco Quispetera de la Escuela Taller de Lima, A Herbert Rodríguez y el Averno; a Sientemag, Radio San Borja, Radio Santa Rosa, al programa Enemigos Públicos y al semanario Hildebrandt en sus trece, por darnos cabida en sus medios para poder hacer llegar nuestra voz a eso que llaman “opinión pública”. A Alessandra Tenorio y el equipo de la Casa de la Literatura Peruana.



A los 57 participantes del concurso de cuentos, por haber respondido a una convocatoria que traspasó fronteras; a los tres ganadores y ocho finalistas, quienes han construido con su talento, página por página este libro. Y de manera muy particular, al Jurado del concurso.

 A los más de cuatro mil activistas que nos siguen por las redes sociales, y muy en especial, a todos aquellos ciudadanos que participaron de nuestras jornadas artísticas, intervenciones ciudadanas y manifestaciones, porque elevaron la mirada y decidieron ver a su ciudad con  ojos distintos.

A todos ustedes les legamos este libro, como testimonio de una causa que, si bien no tuvo el resultado que esperábamos, nos deja satisfechos por los logros y el impacto generados al día de hoy (pues el mañana sigue en nuestros planes). Porque al Palais Concert, y lo que este significa, lo llevamos en la memoria. Porque cuando un niño se entretiene con el Caballero Carmelo, cuando un ama de casa declama los versos de Vallejo, cuando un estudiante analiza los 7 ensayos de Mariátegui, la inmortalidad y universalidad de nuestras letras e ideas se mantiene vigentes. Hoy, cuando Ripley cree perpetuar su infamia, nosotros reafirmamos nuestro imperativo: Señores, Salvemos el Palais Concert.

Muchas gracias.

Daniel Oporto Patroni
Red del Patrimonio Cultural
Feria Internacional del Libro de Lima, 31 de julio de 2013




[1] BERNABÉ, Mónica, “Vidas de artista. Bohemia y dandismo en Valdelomar, Mariátegui y Eguren (Lima, 1911-1922)”. Beatriz Viterbo Editora, Instituto de Estudios Peruanos, 2006. P. 88

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